Había una vez un niño llamado Pinocho que fue abandonado por
sus padres. El pequeño tuvo que sobrevivir a la gran tragedia, el odio y la
amargura que lo atormentaban.
Pero él tenía una
gran imaginación que le fue de gran ayuda: inventó a su corta edad unos
pañuelos gigantes para poder sonarse la nariz; también, un protector de nariz
elástico. Ya de más grande, creó unos piercing gigantes y el famoso detector de
mentiras.
Pero un día, una
pareja tocó a su casa. Eran sus padres, pero él no lo sabía. Ellos se
presentaron: el papá Pino y la mamá Jacarandá. Entonces Pinocho los invitó a
pasar. Él, asombrado pero a la vez furioso, decidió hacerles una pregunta:
"¿Por qué me abandonaron?". Sus padres se miraron entre sí,
analizaban si decirle o no la verdad. Finalmente, le dijeron que lo abandonaron
porque sus padres eran de una familia muy humilde, ya que sus antecesores eran
árboles: de ahí, los genes del niño. Otra de las muchas razones del porqué a
ese terrible acto era porque el niño en el deporte era de madera. Pinocho se
enfureció y entabló una discusión que terminó cuando su madre lo abrazó y le
dijo que su corazón estaba astillado.